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«La Iglesia en Cuba es dinámica, viva, nada autorreferencial»

23 febrero 2015 | Por

«La Iglesia en Cuba es dinámica, viva, nada autorreferencial»

Simón Azpiroz, sacerdote hospitalario de San Juan de Dios, lleva más de seis años en Cuba. Acaba de ser nombrado asesor espiritual del Movimiento de Trabajadores Cristianos (MTC) de Cuba. Responsabilidad que comparte con la capellanía de dos centros asistenciales de la orden y un psiquiátrico estatal, más el acompañamiento de varias comunidades parroquiales de La Habana.

–¿Cómo llegaste a Cuba?

–Hace más de seis años me preguntaron mis superiores si estaba dispuesto a ir a Cuba. Me lo propusieron y dije que sí. Me encargo de la atención espiritual de dos centros de la orden, una residencia de ancianos y un sanatorio psiquiátrico. También de la del sanatorio psiquiátrico de la Habana. Me pidieron sustituir al sacerdote Martirian como asesor del MTC y acepté. Solo llevo unos meses.

–¿Conocías el Movimiento de Trabajadores Cristianos de Cuba?

–Había oído de la HOAC, de la JOC, de la Pastoral Social en España. Pero no había oído hablar del MTC hasta que no llegué a La Habana. Precisamente, en el hogar de ancianos de la orden se reunía la gente de este movimiento. Así fue como lo conocí y me fui enamorando de él. Siempre me ha interesado el mundo de lo social y la Doctrina Social de la Iglesia.

–¿Cómo es la situación actual en la isla?

–En Cuba hay otra manera de entender la realidad económica, política y social. Vivimos bajo un régimen sin democracia, con un partido único, el Partido Comunista de Cuba. Es uno de los pocos países donde está vigente el socialismo totalitario. Es cierto que ha mejorado mucho la libertad religiosa, pero no así la libertad económica y política. Aún están en tela de juicio muchos de los derechos humanos que en Occidente consideramos inviolables. El problema es la economía hundida y la falta de libertades.

–¿Cómo es la Iglesia en Cuba?

–La Iglesia en Cuba es dinámica, viva, nada autorreferencial, completamente misionera, conjuga la profecía y, sobre todo, la prudencia. Hay movimientos dentro de la Iglesia más contestatarios como el Movimiento Cristiano de Liberación, del fallecido Oswaldo Payá. Pero la postura oficial es optar por la prudencia y el diálogo. Los hermanos de San Juan de Dios pertenecemos al mundo de la Sanidad y nuestras obras están concertadas con el Ministerio de Salud Pública y por tanto con el gobierno cubano. Nuestra relación es positiva, valoran nuestra función y nuestra labor, porque está al servicio de la salud, de los ancianos, de los enfermos… Mi labor en realidad se ha ido ampliando por las necesidades de la Iglesia local hasta asumir otros compromisos pastorales que no estaban en mi agenda mental.

–¿Cómo viven los cubanos su espiritualidad?

–Hay que tener en cuenta que las comunidades cristianas están compuestas mayoritariamente por personas recientemente convertidas. Tienen poca formación catequética, pero mucha hambre de Dios. Realmente hay hambre de espiritualidad. En Cuba ha habido ateísmo, pero no anticlericalismo. Nuestros laicos aman a sus pastores y la Iglesia es bien valorada por el conjunto de la sociedad, sobre todo por su dimensión social, por su ayuda a las personas necesitadas. Eso, la población lo valora mucho.

También hay otro fenómeno, como el sincretismo. A veces en nuestras comunidades, hay personas que combinan su fe con otras creencias animistas venidas de África, con la santería. Te puedes encontrar personas que uno piensa muy católicas que en sus casas tienen fetiches, amuletos… Esto es frecuente. Hay mucha magia y superstición. Se habla de un daño antropológico en el cubano, fruto de una formación materialista y atea que ha obligado a muchas personas a ocultar sus convicciones internas para no ser excluidos de la sociedad. Ese aprendizaje de la simulación ha tenido efectos a nivel social como la falta de valores, de sinceridad, de honradez. Por ejemplo, el índice de abortos es de los más altos del mundo.

–¿En qué situación se encuentra la población?, ¿cuáles son sus condiciones de trabajo?

–La población tiene las necesidades cubiertas, como la sanidad y la educación. La población no se muere de hambre, no es el cuerno de África, pero hay una situación de pobreza generalizada. No llega a la miseria absoluta, pero en algunos casos la roza. Los sueldos son ínfimos. Un sueldo común ronda los 20 euros al mes, incluso de profesiones cualificadas. Muchos viven de las divisas de familiares en el extranjero y de lo que llaman «inventar», apañarse. En algunos casos extremos implica robar al Estado para vender por la calle, el que trabaja en una fábrica del Estado y puede robar harina lo hace para luego venderlo. Eso se llama «por la izquierda».

Se aprobaron unos lineamientos que implican una cierta libertad económica, pero que en realidad no es más que permitir la economía de supervivencia… Que uno pueda vender pizzas, café, cosas para sobrevivir. Pero nada que suponga una empresa más grande. No se permite más iniciativa privada que esa. Eso es algo comparado con lo que había antes. En la última reunión del partido se habló de abrirse al capital extranjero. El problema es que no hay fiabilidad de los cobros y muchos empresarios no se fían por experiencias pasadas y ven muchos riesgos en invertir. Son pasos que se van dando, todavía insuficientes.

Hay mucha desesperanza, mucha desilusión y mucha frustración en la mayoría de las personas, las cuales no ven un horizonte claro. Muchas de ellas, sobre todo, la juventud piensa en emigrar, si es que pueden.

–¿Hay esperanzas de que el régimen experimente cambios que respondan a las necesidades de la población?

–No se perciben a corto plazo muchos más cambios. El discurso oficial sigue aferrado a una ideología que se presenta caduca y obsoleta, rechazada por la humanidad. Hay quien tiene esperanza de que se avance hacia un socialismo moderado en el que quepan más iniciativas de libertad económica y que en algún momento pueda haber más libertad política. Una especie de transición hacia la democracia. Pero sería algo muy a largo plazo, todavía.

–¿Cuál es la situación actual del MTC de Cuba?

–Los militantes del MTC están en La Habana. Son grupos de base comprometidos y dinámicos. Hay una gran conciencia cristiana y humana. Hay también aspirantes que se están formando para incorporarse al movimiento. Contamos con un instrumento normativo adaptado a la situación de Cuba, unos estatutos y principios de funcionamiento que vienen definidos en líneas generales por el nivel internacional del MMTC, pero adaptados a la realidad de Cuba. Es un movimiento en permanente comunión con la jerarquía de la Iglesia, que intenta implantarse en la vida eclesial y social, en las comunidades cristianas que hay, al menos, en La Habana. Todavía no ha cuajado en otras provincias y esperamos que puedan surgir nuevos núcleos. Hay un gran desconocimiento por algunos sectores de la Iglesia hacia este movimiento. Hay quien lo confunde con meterse en política, hay muchos miedos y temores sobre eso. Se desconocen por lo general los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. El movimiento se esfuerza en darlos a conocer, hacerlos visibles. También sus principios y su espiritualidad. No es un partido político, es un movimiento más de Iglesia. Pero todavía mucha gente está confundida. Poco a poco se va consiguiendo que tenga voz y presencia en las comunidades cristianas de base.

–¿Qué está suponiendo para usted la experiencia misionera en Cuba?

–Ha sido una oportunidad única por la que no sé cómo dar gracias a Dios. Ha supuesto un gran crecimiento personal. Me he encontrado con un pueblo muy afectico, muy acogedor, muy cariñoso. Hacen que el misionero se sienta bien. En mi vida personal, tanto como creyente como sacerdote hospitalario, ha sido de una gran riqueza. Ahora gracias al MTC, he conseguido también potenciar mi sensibilidad social y mi compromiso con la justicia social y los derechos del mundo del trabajo.

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