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Elio Gasda, teólogo del trabajo: «El Señor del tiempo es Cristo, no el capital»

08 septiembre 2014 | Por

Elio Gasda, teólogo del trabajo: «El Señor del tiempo es Cristo, no el capital»

Elio Gasda, teólogo y profesor de la facultad jesuita de Belo Horizonte, autor de «Fe cristiana y sentido del trabajo», pasó por los Cursos de Verano de la HOAC, celebrados este año en Ávila. Es el momento de actualizar la reflexión teológica en torno al trabajo y de rescatar su verdadero sentido cristiano, defiende en esta entrevista.

–¿Es necesario actualizar la reflexión teológica sobre el trabajo?

–Después de la Segunda Guerra Mundial hubo una primera experiencia. Hoy estamos en plena crisis, también del trabajo, y desde la fe y la teología tenemos que volver a reflexionar inspirados en la palabra de Dios. Vemos la realidad del trabajo, de la gente que trabaja y descubrimos que hoy impera el sentido economicista y materialista del trabajo, la gente trabaja para ganarse el salario, poner el pan sobre la mesa, comprarse la ropa, pagar el alquiler… Pero además del sentido económico, que es muy importante, el trabajo tiene otros sentidos que el capitalismo está sofocando y negando. En un sentido antropológico, humano, hablamos de relación social: se trabaja con personas, para otra persona, para producir algo bueno y útil para la sociedad. Desde la mirada de la fe, en el momento de ofrecer un juicio ético, vemos que es urgente volver a proponer esos otros sentidos del trabajo. Tenemos que rescatar lo que la mirada de Dios nos dice.

–¿Cuál es, a su juicio, la aportación genuinamente cristiana al sentido del trabajo?

–Si miramos la revelación, las Sagradas Escrituras, vemos algo que la Doctrina Social de la Iglesia ahora está sacando a la luz: el sentido del descanso, el sábado en el Antiguo Testamento y el domingo en el Nuevo Testamento. El sábado, en la tradición bíblica de Israel, era el corazón del decálogo que nos vincula a Dios, al hermano, a la historia, a la sociedad… Al Dios que nos creó, que nos libera y libera a su pueblo, que pide que el ser humano como responsable de la creación se dedique a cuidarla. El compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, número 258, pone el descanso como el paradigma del mundo del trabajo. El descanso dominical se centra en la Eucaristía, lo que da sentido a nuestra fe en Cristo Redentor, Libertador y Salvador… Esa figura de Cristo Libertador en la Eucaristía nos impulsa a hacernos como Cristo con el que comulgamos en el Altar del pan y del vino, a meternos en el mundo laboral con el Evangelio de la Alegría, con las Bienaventuranzas.

La Eucaristía tiene algo que me gusta muchísimo: el pan y el vino como fruto de la Tierra y del Trabajo del Hombre. La obra de Dios y del hombre se unen para la salvación y la redención de la humanidad a través de Cristo. El Jesús histórico eligió estos dos signos como los más importantes de la salvación. Y nos dice «haced esto en conmemoración mía». El pan del trabajo y el vino de la fiesta se ofrecen en honor del Señor, del Creador y nos unimos al ofrecimiento del Hijo a su Padre. Esto nos da sentido para la vida, la muerte, para todo lo que hacemos, para el resto de la semana y para el sentido del trabajo. El trabajo viene de Dios, es un don, como la Creación, hay que trabajar en ella, cuidarla y ofrecer el trabajo como fruto que devolvemos a Dios.

–¿Qué implicaciones tiene la celebración eucarística para el mundo del trabajo?

–La primera es la dimensión de los derechos. El trabajo es un derecho. La Eucaristía nos habla de los derechos de los trabajadores. Cristo rescata el sentido de la dignidad del trabajo, desde su experiencia. Él trabajó con su padre en Nazaret. El redentor tiene las manos machacadas por el trabajo. De ahí nace la dignidad del obrero. También nos habla del derecho inalienable que tienen todas las familias, la familia humana, a la dignidad. El pueblo acude por igual a una celebración eucarística. Se ve mejor en los pueblos pequeños, no hay jerarquía en los asientos, a la hora de comulgar… La búsqueda de la igualdad, de la justicia social está en la Eucaristía. Santiago en una carta dice que todos los que venimos a la Eucaristía somos uno solo, somos iguales, todos bautizados en Cristo, ya no hay judíos ni griegos, ni esclavos ni libres, ni hombres ni mujeres…, todos tenemos la misma dignidad. Esa misma dignidad tiene que traspasarse al mundo laboral. El patrón, el empresario tiene la misma dignidad que el obrero. Los dos merecen el mismo respeto.

–¿Cómo hay que entender la preocupación constante del Papa Francisco por el mundo del trabajo?

–Cuando estaba en Buenos Aires vivía en su pisito, iba en autobús, visitaba a los enfermos, estaba en la calle. Tiene esa experiencia del día a día que ha transportado a su magisterio, a su pontificado. Desde esa realidad dura del obrero dice que es urgente, que ya no podemos esperar, que hace falta un pacto por el trabajo, por la familia y por el domingo. Está en la tradición de la Iglesia desde «Rerum Novarum». Ya León XIII decía que el trabajo había sido atrapado por el capitalismo, no solo en la fábrica, también había invadido el tiempo. Los campesinos que salieron para trabajar en Liverpool, Manchester…, eran gente muy religiosa, tenían su fe, su domingo. Cuando entra en un taller, en las grandes industrias del siglo XIX, todo eso se acaba. Tienen que trabajar mientras haya luz del día y cuando llegó la electricidad la cosa empeoró… El Papa Francisco sabe de eso, sabe que también Juan Pablo II lo había dicho, había hablado de la inversión de la relación entre capital y trabajo.

Para la Teología, para el cristianismo todo el tiempo es sagrado, es una religión del tiempo, el Señor del tiempo es Cristo, no el capital. El tiempo sagrado, que santifica el resto del tiempo, es el domingo. Si tenemos que liberar el tiempo, empecemos por el día del Señor y sigamos por el resto de la semana. Es muy interesante y está muy vinculado al mundo obrero. Por eso dice «vamos a ponernos de acuerdo, no trabajemos en domingo». Hay un elemento revolucionario en la liturgia, en la Eucaristía. El hecho de liberar el tiempo significa que el hombre y el trabajo son más importantes que su actividad, que la fábrica, que el capital. Es un signo de liberación.

Pero hay que liberar el domingo de verdad, no hay que llenarlo de actividades, ni ir al centro comercial, ni obsesionarse por el fútbol. Descanso no es entretenerse, la gente se cansa en domingo. Hay que liberar el domingo de verdad y luego los demás días, del control, del capital. Es una revolución. Es una aportación que tenemos que hacer los cristianos. Hay que recordar que el descanso es un derecho humano.

–¿Cómo valora la tarea actual de la HOAC?

–En Brasil la Pastoral Obrera tenía mucha fuerza. Estamos ahora intentando que vuelva a resurgir. Los movimientos sociales, los sindicatos han dado un bajón…. La identidad del obrero ha cambiado muchísimo. Lo primero que debo decir es que la HOAC y la Acción Católica son una entidad pastoral de la Iglesia. La gente de la HOAC es gente de la Iglesia, es presencia de la iglesia en el mundo laboral, eso es mucha responsabilidad. Tienen que estar ahí como bautizados, como cristianos, con la gente del mundo obrero. No se trata tanto de llevar a Cristo ahí, como de descubrir a Cristo ahí. El obrero es una persona creativa, que busca alternativas, mejores condiciones de vida, como si Cristo buscara hoy vivir para que todos tengan vida, también en el mundo laboral. Es una tarea difícil. La HOAC tiene que ver en el rostro y en las manos del obrero a Cristo. Es el Cristo Obrero quien está perdiendo sus derechos, el que está siendo machacado, quien tiene crisis familiares… Es el rostro de Cristo. Cuando identificas a tu Salvador, a tu redentor ahí, te involucra mucho más. Es más que ir a la calle, estar con los movimientos y discutir sobre las jornadas. Hay que tener un gran amor a Cristo para estar ahí.

Además de ser Iglesia en ese mundo, hay que intentar llevar la realidad del mundo obrero al corazón de la Iglesia. Cuando el obrero pierde derechos es como si también la Iglesia estuviera perdiendo, siendo agredida. En la tradición de los padres de la Iglesia, el cristiano que sufre es la Iglesia que sufre. Dice San Pablo, si un miembro sufre, el cuerpo sufre. Si los miembros del mundo obrero sufren, están en paro, tienen problemas en la familia, la Iglesia tiene que sufrir también. La HOAC tiene que ayudar a la Iglesia a «sufrir con», no a sufrir por, a «sufrir juntos».

 

Publicado en el nº 1563 de NNOO, mes de septiembre de 2014

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