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Carta Pastoral del Obispo de Ciudad Real sobre “La tragedia nacional: el Paro”

30 abril 2013 | Por

Carta Pastoral del Obispo de Ciudad Real sobre “La tragedia nacional: el Paro”

Por la cantidad de personas que están en paro

Lo de menos es quién llame la atención sobre este dato escalofriante, lo cierto es que estamos en un país que tiene más de una cuarta parte de sus gentes en edad de trabajar sin un empleo fijo o temporal, y que de 100 jóvenes en edad de trabajar haya 60 que no tiene empleo y esto sí que tiene que llamar permanentemente nuestra atención. Cercano el día del Trabajo, en el que la Iglesia conmemora la Fiesta de San José Obrero, es la primera encomienda que le hacemos al Santo Patriarca: el Mundo del Trabajo, él que procuró el sustento de la Sagrada Familia con el trabajo de sus manos en la carpintería de Nazaret.

Por la falta de realización personal de millones de personas

Ciertamente los trabajos repetitivos y despersonalizados de las grandes cadenas de producción pueden llegar a ser un tormento para la persona del trabajador, que hoy se va sustituyendo por la robótica manejando las máquinas. Pero mucho más despersonalizadora es la vida de la persona que está mano sobre mano todo el día y sin perspectivas de que esa situación cambie a corto o medio plazo. Y no hay que fijarse solamente en la tortura sicológica del que no puede hacer nada, sino todo lo que lleva consigo… poder formar una familia, o de cómo se sitúa la persona en el contexto familiar sin poder aportar nada a los suyos, ni poder responder a los compromisos adquiridos cuando trabajaba: hipotecas y, en general, deudas contraídas en base al salario que sí se tenía.

Por la duración en el tiempo: millones de personas subsidiadas

Se dice, por parte de los expertos, que la larga duración de esta Crisis provoca que habrá muchísimas personas que nunca van a tener ocasión de trabajar más o menos establemente. La consecuencia es que en nuestra sociedad habrá quienes solo podrán vivir de las ayudas y servicios sociales gratuitos, nunca de sus trabajos. Un número grande de personas que van a tener que ser ayudadas permanentemente, con lo que lleva consigo de desesperación, corrupción de costumbres, adicciones al alcohol o las drogas, marginación y aun delincuencia. Una sociedad dual, se dice, dividida en quien tiene trabajo y entre quien no lo tiene y debe engrosar las filas de los que cobran salarios de inserción o de instituciones de ayuda social: Cáritas, etc. Si la situación actual se prolonga en el tiempo, se puede asegurar inestabilidad e inseguridad social en el futuro si es que no lo estamos viviendo ya con manifestaciones más o menos espontáneas y aumento del hurto y la rapiña.

Por el retroceso social que supone para un país la no creación de riqueza

Aunque parezca un pensamiento meramente materialista, una sociedad sin trabajo es una sociedad progresivamente empobrecida. Ciertamente venimos de una sociedad que ha vivido por encima de sus posibilidades, apoyados en una riqueza de pavimentos y efectivos bancarios falsos, por lo que no es que nos vayamos a empobrecer, sino que sencillamente somos más pobres que hace ya varios años y, si no se resuelve el problema del empleo, seguiremos bajando a niveles de bienestar inferiores.

El 1º de mayo es una buena ocasión para tomar conciencia de esta terrible tragedia social y comprometernos todos a hacer lo que esté en nuestra mano para que todo esto se acabe pronto. No es momento de echarnos la culpa los unos a los otros sino de hacer confluir nuestras mejores iniciativas para resolver el problema. Agradecidos a los que puedan crear puestos de trabajo y a todos los parados o no que puedan elevar la dignidad de los que se sienten marginados en esta sociedad.

Vuestro obispo,

+Antonio Algora

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