En la eucaristía se unen dos frutos: el gratuito de Jesús ¡y el producido por el esfuerzo misionero! Sin misión (también don de Jesús por el Espíritu, pero que exige nuestra colaboración activa) no hay eucaristía. Cuando el trabajo no produce fruto no hay qué comer, porque Jesús no está presente; faltan los dos alimentos. Solo después de haber trabajado según su Palabra, entregándose a los demás, encuentran los discípulos preparada la comida de Jesús…
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