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Lectura de la JMJ desde la delegación de Trabajo

29 agosto 2011 | Por

Lectura de la JMJ desde la delegación de Trabajo

El delegado de Pastoral del Trabajo de Madrid, Juan Fernández de la Cueva reflexiona sobre la pasada JMJ, tanto desde el punto de vista de la persona que ha acogido a peregrinos como desde su responsabilidad al frente del departamento orientado al mundo obrero. Valora el magisterio de Benedicto XVI, incluso su valentía para realizar una autocrítica indirecta, aunque echa en falta una mirada más profunda sobre la situación actual de los trabjadores.

“En mi oración de estos días posteriores a la JMJ he expresado a Dios mi envidia de que Benedicto XVI, con su sabiduría concisa y certera, nos hubiera hecho una iluminación evangélica al mundo del trabajo. A la vez le he dado gracias a Dios por muchas cosas.

1. La experiencia de Iglesia

Todos los participantes hemos vivido un subidón de autoestima en los jóvenes y no tan jóvenes que nos reconocemos Iglesia dentro de una de las ciudades más secularizadas de Europa. También a los “indiferentes” les ha venido bien vernos entusiasmados y festivos. Un amigo no practicante me comentaba su admiración por tantos peregrinos jóvenes por todo Madrid. La Iglesia española, que está bajo mínimos en imagen y credibilidad social, necesitaba de macrofiestas de la fe. Forma parte de la evangelización en la época mediática y global.

Yo he acogido en mi casa a dos brasileños del noreste de Brasil: Welington y Helton. Acoger a unos desconocidos pensé que era una manera de confirmar mi fe católica. Quise emparentarme con Abraham en el encinar de Mambré recibiendo al Señor. Me esforzaba por entenderles, por cocinar alguna cosa que les gustara, dejé que ellos me cocinaran algún plato suyo. En la despedida me regalaron la bandera de Brasil que pasearon por Madrid y me invitaron a la próxima JMJ en Río de Janeiro. ¡Bonita experiencia de Iglesia!

2. La generosidad de los peregrinos y de los voluntarios

Los peregrinos no gozaban de las condiciones de un viaje de placer, sino de vida de austeridad y sacrificio. A los dos brasileños de mi casa el viaje les ha costado un año de trabajo y ahorro. El mucho calor de Madrid le hinchó a Helton los labios y se los llenó de costras como a si hubiera tenido fiebre altísima. También le lastimó los pies por caminar tanto durante todo el día. Otros peregrinos me contaban detalles: dormir en el suelo de una sala parroquial o gimnasio de colegio, aguantar todo el día con un kit de supervivencia, caminar buscando los sitios de encuentros bajo un sol de justicia, hacer cola para ducharse a las 7 h. con agua fría… Vivir estas condiciones con alegría da autenticidad a quien busca arraigarse en la fe. Era un lema de las Jornadas.

En cuanto a los voluntarios, han probado sobradamente su disponibilidad antes del evento y en las fechas claves de la JMJ. Se han desvivido por informar, acompañar… En el colegio junto a la parroquia he visto que no se ajustaban al mínimo esfuerzo, sino que intentaban responder a las necesidades de los peregrinos desde la pobreza de medios que tenían.

3. El magisterio de Benedicto XVI

Me ha resultado un Papa que sin complejos ha ejercido su papel magisterial con sencillez, brevedad y profundidad. No sobra nada de lo que dicho. Quizá falte algo, como luego diré. Ha cautivado a jóvenes y televidentes con su serena sonrisa de abuelo de 84 años que aguanta las embestidas de la tormenta en Cuatro Vientos: ante la imposibilidad de proseguir su discurso afirmó: “yo no me voy de aquí”. Apostando por que tras la tempestad viene la calma. Ofreciendo una lectura creyente a los jóvenes: “vuestra fe es más fuerte que la lluvia”.

Benedicto XVI vino a seducir y no a meter el dedo en el ojo a los Indignados (motivos no le faltaban) o al Gobierno. Vino a denunciar los ídolos falsos de nuestro tiempo, pero con rostro amable. Y hasta fue capaz de hacer una autocrítica indirecta a las ‘manzanas podridas’ del clero, al asegurar, ante miles de seminaristas, que el sacerdote no puede ser “signo de contradicción” ni de escándalo, sino santo.

4. La evangelización del mundo del trabajo

Benedicto XVI definió en su primera intervención el marco sociológico de la España a la que venía a visitar apostólicamente y colocó el paro y la precariedad laboral entre las flaquezas que nos abruman (junto a la superficialidad, el consumismo, el hedonismo… la corrupción). “Muchos jóvenes miran con preocupación el futuro ante la dificultad de encontrar un empleo digno, o bien por haberlo perdido o tenerlo muy precario e inseguro” (Discurso en el aeropuerto Barajas). Incluso proclamó valientemente la encarnación de Cristo en esta situación angustiosa “Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado” (Cf. idem).

¿Por qué no le hemos propiciado a Benedicto XVI un encuentro con los jóvenes trabajadores en paro o en precario, con los inmigrantes (que sufren más que nadie esa situación), con los autónomos o pequeños empresarios que han cerrado sus empresas porque les han cortado el grifo del crédito? Ahí nos habría podido proclamar los mejores tesoros que los Papas han almacenado en el arca de la Doctrina Social de la Iglesia desde los Santos Padres.

Apuesto que Benedicto XVI habría desgranado muchos criterios evangélicos contenidos en las arcas del Magisterio de manera parecida a como iluminó a los profesores de universidad, o a las religiosas, o a los seminaristas. El mismo Benedicto XVI ha enriquecido ese caudal eclesial con sus encíclicas insuficientemente conocidas. ¡Qué ocasión para anunciar en vivo y en directo, ante tanta audiencia planetaria, nuestra opción por los más empobrecidos en esta crisis globalizada! Les hace falta a tantos alejados que no conocen la dimensión social de la fe, como a tantos asistentes a la JMJ que la vivimos deficientemente.

Así hubiera continuado la tarea eclesial que el beato Juan Pablo II calificó de vivir y proclamar el “evangelio del trabajo”. “En nuestra sociedad, el trabajo juega un papel fundamental y decisivo en la vida personal, familiar y social. Cuando el trabajo y sus condiciones se ven profundamente deteriorados, como ocurre en estos momentos, toda la vida personal, familiar y social se ve afectada negativamente. En cambio, cuando el trabajo es realizador y gratificante, toda la existencia se humaniza”. “La Iglesia está vivamente comprometida en esta causa porque la considera como su misión, su servicio, como verificación de su fidelidad a Cristo, para poder ser verdaderamente la Iglesia de los pobres” (Laborem excercens 8).

El artículo completo se publicó en la web de la Delegación de Pastoral del Trabajo de Madrid

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