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«Reciclabien», una empresa que cuida la Creación

02 agosto 2011 | Por

«Reciclabien», una empresa que cuida la Creación

José Vicente Córdoba y Lola Penelas se consideran «dos locos» empeñados en unir fe y vida, también dentro de la empresa. Hace casi ocho años crearon «Reciclabien», inspirada en la Economía de Comunión, impulsada por los focolares. Han creado dos puestos de trabajo y recogen unos 2.000 litros de aceite de cocina usado al mes.

Todo en sus vidas parecía trabajar en contra de ser empresarios. Los padres de ambos lo habían sido y les inculcaron la idea de convertirse en «trabajadores por cuenta ajena». A su alrededor no dejaban de oír hablar mal de los patrones. Pero su fe en Jesucristo, que cultivan cuando eran dos adolescentes que vivían en el centro de Madrid, les dejaba una gran desazón al ver cómo la economía aparecía una y otra vez como un terreno vedado para poner en práctica los ideales del Evangelio.

En 1998, a través de un artículo aparecido en la revista Ciudad Nueva, editada por el Movimiento Focolar, fundado por Chiara Lubich, entraron en contacto con la «Economía de Comunión» que propone un modelo de empresa basado en la gratuidad, la solidaridad y la atención a los últimos, que haga compatible la eficacia económica con el estilo de vida de comunión cristiana.

Recuerda Lola Penelas, empleada pública, que su lectura fue como «si alguien hubiera puesto literatura a nuestros pensamientos». Aquella invitación a transformar la empresa desde dentro siguiendo la doctrina social de la Iglesia empezó a tomar forma en el interior de este matrimonio residente en Torrejón de Ardoz, en el madrileño Corredor del Henares.

Pero no fue hasta 1998, cuando José Vicente Córdoba, informático de una empresa familiar enfocada a la exportación, se quedó sin trabajo, cuando comenzaron a dar los primeros pasos para concretar su proyecto. Aprovechó su desempleo para realizar cursos de gestión empresarial, de estudios de mercado, de responsabilidad medioamiental. Al tiempo, el único punto limpio de Torrejón fue clausurado temporalmente, dificultando a los vecinos concienciados el reciclaje de sus residuos.

«Me costó encontrar un sitio al que llevar el aceite usado que guardábamos en casa. Tenía que coger el coche y llevarlo a Rivas. Pensé que a otros vecinos nuestros le pasaría lo mismo y sabía que el tratamiento de las basuras era un sector en auge», rememora José Vicente Córdoba, quien vio entonces la oportunidad de crear, sin mucho papeleo ni una gran inversión inicial, una empresa de reciclaje.

reciclabien 2.jpgLa iniciativa podría suponer una gran beneficio social: evitar la contaminación por un residuo altamente tóxico, transformar un residuo en biocombustible y crear puestos de trabajo. Lola Penelas puede añadir en la actualidad un nuevo beneficio: «reducir la presión sobre la agricultura de los países pobres que están ejerciendo grandes multinacionales para que produzcan cereales con los que fabricar combustible de origen vegetal como alternativa al petróleo y que está detrás del alza de los precios que provoca hambre en África, América o Asia».

Con la ayuda financiera de uno de sus hijos, además de otros familiares y amigos, lograron hacerse con un local en la galería «Las Veredillas» y una furgoneta para realizar la recogida a domicilio del aceite usado. En realidad, apunta Lola Penelas, «no sabríamos explicar muy bien cómo lo conseguimos salvo por la intervención de lo que en la Economía de Comunión se conoce como el “Socio Oculto” y que no es otro que Dios».

«No nos interesaban los grandes generadores, como fábricas, empresas o instituciones, porque, por ley, ya debían tener contratado un gestor de este tipo de residuo y porque echando cuentas con el padrón municipal en la mano sabía que todos los hogares juntos generaban más aceite que las entidades de más tamaño», especifica José Vicente Córdoba. «Reciclabien» proporciona un recipiente para guardar el líquido usado y pasa a recogerlo cuando está lleno. Los usuarios, a cambio, pagan 16 euros al año, si son una sola vivienda y 3,50 euros si se trata de una comunidad de vecinos. Si los vecinos hacen la entrega directamente en el local, no tienen que pagar nada. Una vez que el contenedor de 920 kilos está lleno, la empresa Gestión de Aceites Vegetales (GAVE) pasa a recogerlo para su adecuado tratamiento.

«En un mundo en el que el trabajo se devalúa a pasos agigantados, en el que la especulación se ha comido a los que de verdad producen riqueza y beneficios sociales y en el que el dinero, un simple instrumento mal usado, no se pone en circulación ni se reparte sino que se acumula para bien de unos pocos, nos parece importante cobrar por el trabajo que hacemos», comenta Lola Penelas. Su marido apostilla que «cuando explicamos la idea de empresa que tenemos, que no queremos ganar dinero sin más ni crecer por crecer, sino conseguir un beneficio para todos, cuidar del medio ambiente y generar puestos de trabajo, la mayoría de la gente entiende que tengan que pagar».

Por el momento, a pesar de que en sentido estricto son «un trabajador y medio» –José Vicente a tiempo completo y una persona más a media jornada–, las cuentas salen, entre otras cosas gracias a la implicación voluntaria de la familia. «Todo lo hacemos legal, pagamos impuestos, tasas, la seguridad social…, y cumplimos las normativas que rigen nuestra actividad», explica José Vicente Córdoba, quien añade que para la Economía de Comunión es importante respetar el marco legal, pero también ir más allá y generar buenas relaciones tanto dentro de la empresa, entre los trabajadores, como fuera, con los proveedores, los clientes e incluso la competencia. «Es importante respetar a la persona, valorarla por lo que es, por lo que aporta y por el trabajo que realiza», matiza su esposa.

El local se les ha quedado pequeño y las rutas de la recogida están optimizadas al máximo, sin caer en la autoexplotación salvaje. Además, han diversificado sus actividades: fabrican jabón con el aceite limpio que les llega, papel ecológico e imparten talleres artesanales. Los bancos nunca les han concedido crédito, las administraciones tampoco les han apoyado y «Reciclabien» no ha querido endeudarse, por lo que la necesaria fase de expansión pasa por el «Socio Oculto» y las gentes de buena voluntad que quieren contribuir a esta utopía.

Con todo, nadie puede arrebatar a José Vicente Córdoba la satisfacción de haber pasado de «sentirse una basura», al verse sin trabajo, a «sacar de la basura, con tacto y habilidad, riqueza para todos». Su empresa, sostenible y responsable, tiene futuro.

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